I AM A ROCK, I AM AN ISLAND!

Una de tantas canciones que me traen muy buenos recuerdos.
El instituto, estudiando en mi casa con la música de compañera, grabando en la radio las canciones que me gustaban en cinta de casete y dándola la vuelta una vez y otra.
Al día siguiente me levantaba para ir a clase, 6 horas aguantando, el recreo en el bar de las piscinas o a por el bocadillo de Pas-Campoo, hora de comer, corriendo a particular y luego a la Casona a estudiar, chocolate en el Bámbola, pipas en el parque de Cupido y a casa. No había más preocupaciones que la de que no nevara para poder salir el fin de semana.
Cambias de aires y empiezas a construir una vida nueva lejos de todo eso, con gente diferente y con tus propias normas. Vives aquí y allá, siempre a caballo sin pertenecer a ningún sitio. Por eso, no queda más remedio que poner tus propias rocas en tu isla, para que por lo menos no te trague la inmensidad del mar, del mundo.
Perfect days, días de la revolución, días en los que piensas sólo en lo bueno, en lo que te une a la gente y en las raíces de tu isla. Siempre habrá bichos que la habiten aunque se extinguirán pronto, por naturaleza.
Pero eso, al fin y al cabo no importa porque la vitalidad de la isla es grandiosa, poderosa, una naturaleza simple y bella en la que todos tienen un cachito para vivir según lo que les corresponda. Por eso, me gustan más los delfines que los buitres.
¡Ay, los delfines y su ecolocalización! Método inteligente para no acercarse al peligro...

"And a rock feels no pain;
And an island never cries".